El mundo de las aves es, sin duda, fascinante y da para mucho, pero
tampoco hay que despreciar a los mamíferos, más escasos y esquivos, pero igual
de interesantes.
Tras los muflones de la sierra Mariola, ahora me interesa fotografiar la
cabra montesa, una especie en franca expansión y que ya está presente en muchas
de las sierras y barrancos de nuestra comunidad.
En las últimas décadas, esta especie se ha recuperado después de que a mediados
del siglo pasado “la caza y la roturación de montes” hicieran descender su
población al mínimo.
En toda la comunidad valenciana, en los años 60 la cabra montesa solo
sobrevivía en una zona limítrofe con Tarragona, la Tinença de Benifassa, y en
la Muela de Cortes. Ahora, las dos poblaciones, la valenciana y la
castellonense están a punto de entrar en contacto, si no lo han hecho ya.
Esta abundancia ha causado problemas en las explotaciones agrarias. Por
un lado, el progresivo abandono del mundo rural está causando la disminución de
las zonas de cultivo, que son recuperadas por la vegetación silvestre. Esto
facilita la expansión de las cabras salvajes que, además, encuentran comida y
agua en los pocos espacios sembrados que quedan y en los abrevaderos del ganado
extensivo.
Aprovechando esta abundancia, vamos a Buñol, a recorrer el barranco de
Carcalín, donde al parecer existe una buena población de cabra montés y se
dejan ver con cierta facilidad.
En este caso no se trata de una ruta senderista al uso, aunque algo vamos
a andar. Haremos un pequeño recorrido circular de apenas 3-4 kilómetros por la
parte del barraco donde se suelen dar más avistamientos y después ascenderemos
al alto del Jorge.
El tramo de barranco que recorremos es espectacular. Tramos de senda
emboscados en una fresca umbría y tramos de rio muy bellos donde aún corre un
buen caudal de agua.
Localizamos un numeroso grupo de cabras en el tramo más angosto y umbrío
del barranco, y aunque el entorno era muy atractivo, para la fotografía no es
una buena ubicación porque la luz era muy escasa, había que tirar de ISOS muy
altos y mi cámara fotográfica ya no está para estas exigencias.
Aunque no hemos conseguido fotos de cabras con la calidad que a mí me
gusta, me lo he pasado pipa observando cómo se mueven estos animales por estos
terrenos tan escabrosos. Muy lejos de mi posición, un par de jóvenes machos
estaban jugando a ser mayores y dándose fuertes topetazos que retumbaban en la
profundidad del barranco; sin duda, practicando para futuras batallas cuando
tengan que pelear ya en serio con otros machos adultos por el derecho de copular
con las hembras.