Los roqueros solitarios se reconocen con facilidad. El macho posee un
plumaje azul oscuro muy característico. La hembra tiene una librea gris o
gris-parda, y en las partes inferiores presenta un suave jaspeado con motas
blancas. Se pueden confundir con los mirlos, pero estos son más grandes y
corpulentos, y los roqueros mucho más estilizados y colilargos; además, a
diferencia de aquellos, suelen habitar en zonas rocosas.
Su canto es fuerte, aflautado, de estrofas cortas y poco variadas.
Suele cantar desde un posadero y también durante el vuelo de celo, en el que
asciende verticalmente y desciende luego con las alas replegadas.
Su hábitat preferido son los roquedos desnudos, acantilados marinos,
roquedos de montaña, canteras abandonadas, jarales montanos y barales, así como
zonas esteparias con escasa vegetación o desnudas.
La mayoría de las poblaciones de la cuenca mediterránea son
sedentarias. No obstante, en invierno hay ejemplares que viajan hacia el centro
y el este de África.
A lo largo de todo el año consume toda clase de
invertebrados. En verano incorpora a su dieta pequeños reptiles, y en otoño e
invierno completa su alimentación con frutos carnosos.
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