La ganga ibérica es un ave terrestre de mediano tamaño (aprox. 39 cm)
de tonos terrosos miméticos. Cabeza y cuello anaranjado. Ojos con anillo ocular
azulado. Parte superior de la garganta negra. Pecho castaño rojizo con bordes
negros. Dorso y alas anaranjadas con ocelos (círculos que parecen ojos) dorados
y listas oscuras. Zona ventral blanca. Pico y patas grises. Tarsos emplumados.
Cola muy larga y apuntada, blanca por la parte inferior. Hembras menos
vistosas. Ocelos azulados, garganta blanca y bandas negras en cuello y pecho.
Especie ligada a las estepas y zonas semidesérticas. Prefiere llanuras
semiáridas, pastizales, marismas secas y cultivos extensivos de cereal con
mosaicos de leguminosas y barbechos. Evita siembras con cierta altura y zonas
con arbolado disperso.
Su dieta, casi exclusivamente granívora, está constituida sobre todo
por pequeñas semillas de plantas herbáceas, preferentemente leguminosas, de las
que a veces come sus hojas. En general es mayor el consumo de grano cultivado
en verano y de semillas silvestres en invierno. Este tipo de alimentación exige
la toma regular de agua, especialmente en épocas calurosas, cuando acude a los
bebederos al menos dos veces diarias: dos o tres horas después del amanecer, y
una o dos horas antes del ocaso.
Esta especie presenta un estado de conservación desfavorable en
España. La principal amenaza, con diferencia, procede de la pérdida de hábitat ocasionada
por los profundos cambios que ha sufrido en las últimas décadas el medio rural
y agrario, como consecuencia de la intensificación agrícola, la reducción de
linderos y barbechos (en 20 años, la superficie de estos últimos ha descendido
un 30-60%, según regiones), la reforestación de tierras agrarias y el aumento
de olivares y regadíos (un 25-30% en los últimos 20 años). Asimismo, se sigue
perdiendo hábitat favorable para la ganga por culpa del avance de la
urbanización y la expansión de las infraestructuras. Y a estos factores hay que
sumar el uso excesivo de plaguicidas, la caza ilegal y una elevada carga
ganadera. Todo ello ha producido un fuerte declive en la población (al menos un
30% en 20 años) y en su área de distribución en todos los núcleos españoles.