La codorniz común es un ave rechoncha de pequeño tamaño. Es la menor de
nuestras galliformes, similar en aspecto a los jóvenes de perdiz. Posee un
diseño críptico, de color terroso con estriado pardo oscuro, blanco y crema.
Con dimorfismo sexual poco evidente, la hembra puede distinguirse, pues
los tonos del plumaje son más apagados y el pecho está salpicado de negro
además de tener una lista ocular menos conspicua que los machos.
Especie ligada a medios abiertos, en general llanuras o terrenos
suavemente ondulados, desde el nivel del mar hasta los 1.000 metros de altitud,
aunque ocasionalmente aparece en zonas de alta montaña. Se encuentra en todo
tipo de cultivos, pastizales y praderas, alcanzando las mayores densidades en
campos de cereal de la zona centro y sur peninsular.
Omnívora. Se alimenta principalmente de semillas silvestres o granos de
cereal, así como de invertebrados.
Aves de difícil detección que se concentran en pequeños grupos fuera de
la estación de cría. Suelen ser muy reticentes a volar, siendo más habitual
escapar del peligro corriendo. Vuelo directo, con aleteos bruscos, muy rápidos
y en ocasiones ruidosos.
Ocupa la práctica totalidad de la Península Ibérica, encontrándose
ausente del área central de la Cordillera Cantábrica y de las zonas más secas
del litoral levantino. Está presente en todas las islas de Baleares y Canarias.
Se trata de un migrante de largo recorrido, con los principales
territorios de invernada situados al sur del Sáhara.
La especie resulta bastante común, aunque con fuertes oscilaciones
interanuales. Entre los principales factores de amenaza cabe citar la
alteración de los hábitats de los que depende, la fuerte presión cinegética a
la que se ve sometida (más de un millón de individuos cazados anualmente) y la
contaminación genética a causa de la suelta de codorniz japonesa o híbridos con
fines cinegéticos.
En la albufera de Valencia es un migrante raro, siendo muy escasas sus
observaciones.
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